Editorial El Comercio

Ningún analista esperaba que este 2024 se repitiese la caída del año anterior. Durante el 2023, el PBI nacional se contrajo un 0,55% en comparación con el 2022: un pésimo resultado que se explicó principalmente por los efectos de las anomalías climáticas, la conflictividad social de inicios de año y la baja confianza empresarial. El 2024, todos coincidían, tenía que ser mejor.

Las cifras económicas de inicios de año parecen confirmar esta tendencia esperada de lenta recuperación. Para algunas variables, la data incluso superó lo anticipado. Con un crecimiento interanual de 1,37% en enero, el mes se posicionó como el de mayor expansión desde noviembre del 2022. Si bien conviene tener en cuenta que enero del 2023 es un punto de comparación bajo (por el impacto de los conflictos luego del golpe de Estado del expresidente Pedro Castillo), el dinamismo de esta primera parte del año ofrece un respiro frente a la retahíla de malas noticias del período pasado.

Un fenómeno de El Niño menos intenso de lo anticipado, en combinación con una inflación que ya roza el rango meta, ha sido parte del escenario necesario para que bancos y analistas diversos empiecen a subir sus estimados de crecimiento para el 2024. De hecho, de los 12 indicadores de expectativas económicas y empresariales que mide el cada mes, todos mejoraron en la evaluación de finales de febrero pasado. Algunos, como las expectativas de la economía a 12 meses, se fortalecieron significativamente. De acuerdo con las últimas proyecciones del BCR, publicadas el viernes, sectores como pesca, manufactura no primaria y construcción, que tuvieron caídas de más de 7,5% el año pasado, estarían por encima del 3% de expansión este año.

Hay motivos, pues, para un cauto optimismo sobre la senda de recuperación económica. Pero este debe matizarse. Un punto central es que –aunque recuperándose– la confianza en la economía sigue golpeada. Esto podría revertirse en los siguientes meses de seguir los buenos resultados de PBI, pero el proceso no está ni de cerca garantizado. El cambio en la conducción de los ministerios de Economía y Finanzas (MEF) y de Energía y Minas podría contribuir a que el Gobierno gane credibilidad frente a una población que lo percibe como errático y poco competente en el manejo económico y de promoción de inversiones –y en otras materias también–.

El punto más importante es que –como resaltó el presidente del BCR, Julio Velarde, el mismo viernes durante conferencia de prensa– el 3% de expansión del PBI esperado para el 2024 aún es “sumamente bajo”. “Hay que recordar que crecíamos a tasas superiores al 6%, entre el 2008 y el 2014″, mencionó. Con un precio del cobre que esta semana superó los US$4 por libra, un clima favorable, una inflación bajo control y un entorno global relativamente estable en términos económicos, el Perú no debería tener excusa para no crecer a tasas por encima del 4%.

Estas cifras agregadas del PBI –que a primera vista pueden parecer abstractas o impersonales– en realidad ofrecen la clave de lo que se necesita para hacer posible la mejora de la calidad de vida material de cada familia peruana. El país se está quedando rezagado con respecto de sus pares regionales y necesita mucha mayor productividad para cerrar brechas. El inicio de año ofrece una moderada sensación de optimismo, pero el camino todavía será largo después de la década entera que el Perú dejó pasar sin ponerse las pilas en materia económica.

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